Cuando Federmann, súbdito de Carlos V y por las
concesiones que la corona española le hiciera, llegó entre un grupo de
aventureros españoles a tierras venezolanas, tuvo la sorpresa de encontrar en
el centro de aquel vasto territorio, un valle dilatado y feraz no tan solo por
el colorido de sus paisajes, sino también sugestivo por la belleza de sus
mujeres pertenecientes todas al Imperio de Yaracuy.
Yaracuy (todo de flores en lengua caribe),
impresionó tan hondamente a Federmann, que en un momento de exaltación lírica
(impropia del severo alemán), le dio el nombre de “Valle de las Damas” en
homenaje de la citada belleza de sus doncellas.
Según el cronista Juan de Olmos, cuando los conquistadores
llegaron a aquella llanura, existían debidamente establecidas más de 700
poblaciones indígenas que constituían un estado poderoso y autónomo: Yaracuy.
Pronto las poblaciones se aprestaron a la lucha y
opusieron seria resistencia a los hombres de Federmann. Los combates se
sucedían uno tras otros. En algunas oportunidades, las flechas triunfaban sobre
los arcabuces, en otras era al revés...Pero la peor batalla fue cuando el
Cacique Yaracuy cae preso de las huestes de Federmann. Fue condenado inmediatamente
a muerte.
La sentencia debía cumplirse al romper la aurora.
Atado a un árbol, Yaracuy contemplaba su fértil tierra. Estaba impasible, con
el dejo fatalista que caracterizaba su linaje sin proferir queja alguna, pero
en lo muy hondo de sus negras pupilas, anidaba el coraje interior del vencido.
Atado a un Samán en su negra cabellera destacaba
su plumaje blanco. En su pecho, cruzado por cordeles de color rojo, destacaba
el collar de cuetas de color azul que sus piaches le habían otorgado como amuleto....Se
acercan los “blancos”...
-Cual es tu última gracia, indio, profirió
el portavoz
-Despedirme de mi tierra. Ver el paisaje de mis
antepasados y escuchar al turpial trinar.
Subyugados por la singularidad del prisionero, no
opusieron argumentos a la solicitud de Yaracuy y quedó ordenada su libertad
vigilada durante 10 minutos.
Yaracuy fue invitado a sentarse en el cesped, pero
el cacique se negó, permaneciendo de pie con la mirada perdida...Sin dar señas
de rebelión, los soldados se distrajeron un instante, momento en que con gran
agilidad, Yaracuy salta sobre el capitán español y le arrebata la espada,
iniciando la desigual pelea. Atravesó al capitán con su espada en el pecho y
puso fuera de combate a 3 soldados más antes de sucumbir bajo el fuego de los
arcabuces.
-Muero, pero no muero solo...
El cuerpo de Yaracuy fue entregado a su gente, que
lloraba su perdida. La tradición dice que fue enterrado en la cabecera del río
que hoy lleva su nombre...
Hasta aquí puedo contar.
Las imágens son de la red
4 comentarios:
Genio y figura. Hasta el último momento fue un guerrero y presentó combate. Un episodio que nos ha explicado usted en un tono muy bello y poético, monsieur.
Feliz comienzo de semana
Bisous
Caray que buena historia, en peru han ocurrido eventos parecidos, es que parece ser el lema de la época! Si me voy! No me voy solo!!! Creo que yo haría lo mismo!!
La muerte de un guerrero. No he entendido lo de subir a la guillotina pacientemente en Francia.
Quizá la inminente muerte, te hace derrumbar el ánimo, si no eres un guerrero.
Que absurdo todo. Ahora dijo una verdad innegable. Muero, pero no muero solo.
Bss
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